Entré en S.L.A.A. en 1990 con una carencia enorme de padre. Mi padre me abandonó emocionalmente por primera vez cuando tenía cinco años, justo después de haber sido diagnosticado de una devastadora enfermedad crónica. Este trauma no reconocido se agravó cuando, tres años más tarde, puso fin de forma abrupta a nuestras interacciones incestuosas. Me quedé bastante confundida cuando nuestros «momentos especiales» cesaron sin ninguna explicación. Mi pequeña mente lo vió como un triunfo de mi madre y la desesperación se apoderó de mí.
A los 11 años, decidí que nadie se casaría conmigo (es cómo creo que las mujeres encuentran valor en una sociedad patriarcal). Al menos confiaba en mi inteligencia, ya que los logros académicos en una escuela católica me proporcionaban cierto reconocimiento por parte de los profesores y de la familia.
Después de la pubertad, los chicos se convirtieron en objetos emocionales para mí. Necesitaba tener a un chico para poder funcionar. Por fin tenía algo de valor que ellos querían: el sexo. Su trabajo consistía en calmar la tortura de mi diálogo interno de no valer.
Tras años de recuperación, me di cuenta de que me había tomado el comportamiento de mis padres como algo personal y había interiorizado generaciones de vergüenza tóxica y comportamientos de pareja poco saludables. Tardé mucho tiempo en darme cuenta de que elegía a los hombres dañados para sentirme superior. Podía centrarme en sus defectos y tratar de arreglarlos compulsivamente para evitar mis propios problemas. Los trataba con desprecio, lo cual destruye las relaciones.
Gracias a S.L.A.A., a la terapia, a las técnicas de curación, a la profundización de mi conexión con mi Poder Superior y al aprendizaje de habilidades relacionales, ahora disfruto más de las relaciones. Ahora tengo el foco en mi anorexia y estoy trabajando los Pasos en esta manifestación más fundamental de la vergüenza.
Me amo primero a mí misma, me concentro en lo bueno de mí y de los demás, y expreso mi agradecimiento por este mundo. Trabajo para recordar quién soy: una criatura divina, radiante, hermosa, con talento y digna. Me merezco un hombre que piense lo mismo de sí mismo. Amén.
— Anónimo, Georgia
Artículo original de la revista oficial de SLAA F.W.S., Número 192, Página 7 (+)