Toda mi vida he utilizado a las personas como si fuera una droga. Me enamoré intensamente de los profesores para hacer que el colegio fuera más interesante y soportable, me obsesioné con los compañeros de la universidad para que fuera un entorno más emocionante y, durante mis veinte años, he mantenido varias aventuras con hombres casados para evitar tener que enfrentarme a la realidad.
Llevo 5 años de recuperación y ahora tengo una relación sana (pero a distancia), y aun todavía me sorprendo utilizando a mi novio, o pensando en él, como una droga. Hace poco, él tomó un avión y me encontré siguiendo su vuelo con todo detalle porque estaba un poco ansiosa y aburrida esa tarde y centrarme en él me hacía sentir mejor. A veces también me dejo llevar por pensamientos de acurrucarme junto a él. La realidad cuando le veo suele ser muy diferente, ya que es una persona completa y equilibrada con varios hábitos que me irritan, así como con ciertas cosas que me encantan.
Intentar centrarme en lo que yo puedo aportar a la relación, en lugar de lo que puede hacer por mí, me ayuda a dejar de tratar a las personas como drogas. Por teléfono, escuchar atentamente lo que mi pareja está diciendo realmente y hacerle preguntas, en lugar de dar vueltas una y otra vez a lo mucho que quiero verle, nos ayuda a avanzar en la relación incluso cuando no podemos estar juntos en persona. En persona, el simple hecho de preguntarle cómo le va es una buena manera de volver a centrarme en él como un ser humano real y pensante con su propio Poder Superior. Creo que todavía estoy sorprendida por el amor y la aceptación que tiene hacia mí, y tengo miedo de que me lo quiten, así que intento sacar lo máximo posible antes de que sea demasiado tarde.
Reconocer este miedo, a mí misma, a mi Poder Superior, a mis semejantes y a él, suele ayudarme a disfrutar simplemente de lo que hay aquí y ahora, sin temer el futuro.
— Ros, Norwich, UK
Artículo original de la revista oficial de SLAA F.W.S., Número 192, Página 8 (+)